Escrito por Isabel Muniente
El Ser humano es y debe ser libre y, ante las dificultades de la vida, los problemas emocionales, los posibles impedimentos mentales o físicos debemos encontrar una o más alternativas para mejorar nuestra existencia.
improvisar música es en esencia una alternativa de experiencia, de emoción, de existencia y además es una actividad absolutamente libre e irrepetible (en música, el factor “tiempo” así lo determina).Improvisar música exige una predisposición a la creatividad que cuenta con las cualidades que permiten acceder a las esferas más profundas de la psique humana, cercanas al centro mismo de nuestro ser; es cuando somos “más humanos” cuando “más gozamos” y, por lo tanto, nuestra existencia en la improvisación musical nos da placer, nos “alivia” de la vida extramusical (en esto se basa el poder terapéutico del juego musical, “to play”).
Improvisar música es viajar, es aventura, es combinar sonidos en el tiempo de manera que se forma un organismo o cosmos más o menos organizado (la organización es relativa, como todo lo humano) que genera la transmisión de emociones, de alma.
En esa comunicación, la cual requiere por lo menos un emisor y un receptor, se basa uno de los modelos más importantes de la musicoterapia actual.
Sumergidos en la improvisación debemos ser sensibles al azar o a la sorpresa, muy importante como generadora de nuevos caminos musicales, no previsibles, y por tanto de nuevas sensaciones tanto para el “buceador” como para el receptor (público, paciente, musicoterapeuta…). En la improvisación el dominio del factor sorpresa es un valor determinante de la calidad del discurso musical y por tanto de la incidencia en el campo emotivo, tan útil para el profesional de la terapia.
Improvisar música es crear desde el silencio ideas y sentimientos en forma de sonidos y ritmos que se sienten propios, únicos, genuinos,… como cada uno de los individuos de este planeta.